sábado, 9 de junio de 2012

EL SUEÑO Y EL DESCANSO


“Encontré al sueño y me preguntó qué llevaba en brazos. Yo le contesté: es sólo la luna, y él me dijo: mécela, mécela.”.
Canción de cuna
INTRODUCCIÓN.

El sueño es una función esencial para que nuestro organismo pueda sobrevivir. Un tercio de nuestra existencia lo pasamos durmiendo.
El organismo humano está dotado de forma natural de ritmos que regulan su propia actividad y de señales de alerta (fatiga), que indican cuándo es conveniente descansar. Los sistemas corporales necesitan reposar para poder ejercer eficientemente sus funciones; de la misma manera que no es saludable comer permanentemente sin dejar un reposo intestinal, los sistemas sensorial, nervioso y motor necesitan compaginar actividades diferentes que permitan relajarse.

La falta de descanso y sueño pueden desen­cadenar trastornos de memoria, de apren­dizaje y atención en los niños, así como otros trastornos más graves. Por ello, instaurar la regulación del equilibrio entre actividad y sueño es, entre otras, una de las tareas propias de la Educa­ción Infantil. La cantidad de tiempo dedicada al des­canso sirve para reponer la energía con­sumida durante el tiempo dedicado a la actividad. Entre ambas cantidades de tiempo ha de existir un equilibrio razo­nable.

El establecimiento de unos ritmos diarios de actividad y descanso en los que queden atendidas todas y cada una de las necesidades básicas, es la base para conseguir un clima de seguridad, confianza y estabilidad para los más pequeños. Por ello, es importante educar a los niños en la adquisición de hábitos de descanso y de sueño que les permitan en el futuro llevar una vida saludable.

1.- EL SUEÑO Y EL DESCANSO

1.1 DEFINICIÓN
El sueño se define como un estado de inconsciencia en el que el organismo inhibe todas las funciones que lo relacionan con el mundo exterior, produciéndose una relajación casi completa de los músculos. Esta inhibición reduce las funciones vitales (temperatura, ritmo cardiaco, frecuencia respiratoria, etc.) y así todos los órganos disminuyen su rendimiento y por tanto, se recuperan. Es un proceso diario, que es necesario para mantener el equilibrio físico, mental, emocional, y el bienestar de la persona.

El descanso es la recuperación subsiguiente a la realización de cualquier tipo de actividad. Entre actividad y descanso debe existir un equilibrio para evitar el agotamiento del organismo y el estrés. Puede conseguirse mediante la inactividad, o realizando actividades que resulten relajantes (y lógicamente durmiendo para que el organismo se recupere totalmente).

Tanto en la escuela como en la familia, es fundamental una buena organización de actividades para favorecer el descanso del niño, esto es, que permita alternar actividades muy movidas con otras más reposadas para evitar el agotamiento excesivo.

La fatiga es entendida como un desequilibrio entre el nivel de actividad y el nivel de descanso. Así cuando no se recupera el equilibrio orgánico necesario a través de una organización correcta de la actividad y de unas horas de descanso o sueño suficiente, el estado general del organismo se pude ver afectado, reaccionando de manera inadecuada o anómala, pudiendo interferir en los procesos de aprendizaje o de relación social.

1.2.- FUNCIONES DEL SUEÑO

El sueño tiene 2 funciones fundamentales:
  • Función restauradora: durante el sueño recuperamos energía y restablecemos el sistema para así poder volver a iniciar el ciclo de actividad.
  • Función adaptativa: el sueño garantiza la adaptación o preparación para enfrentarse a un nuevo día, ya que durante el sueño aumenta la autoorganización de las neuronas.

1.3. EL CICLO SUEÑO-VIGILIA. FASES DEL SUEÑO.

El sueño está regulado por el cerebro. Durante el sueño se pueden diferenciar varios momentos, fases o etapas que van repitiéndose de forma cíclica a lo largo de una dormida: el adormecimiento, el sueño y el despertar:

A) El adormecimiento comprende desde que el sujeto se dispone a dormir hasta que concilia el sueño. El ritmo basal se enlentece, aparecen los bostezos, los músculos se relajan, el cuerpo se vuelve pesado, los párpados se caen, se busca una postura cómoda...

B) El sueño propiamente dicho. Presenta dos estadios diferen­tes:
  • Estadio 1: sueño lento (de ondas lentas).
Denominado así, porque en él, las ondas cerebrales son muy lentas. Es un tipo de sueño profundo, reparador y supone el 80% del sueño total.

Aunque se le denomina “el sueño sin sueños”, frecuentemente se sueña, aunque normalmente no se recuerde lo que se ha soñado porque durante el mismo, no tiene lugar el proceso de consolidación de los sueños en la memoria.

Presenta en todos los sujetos y con leves diferencias, CUATRO FASES:
Fase 1(Post-adormecimiento)
- Ritmo cardíaco y pulsaciones lentas, respiración lenta y profunda, músculos relaja­dos.
- El sueño es tan ligero y superficial que cualquier estímulo puede desencade­nar el despertar.

Fase II. Sueño ligero
- Es más profundo que el anterior, y el nivel de conciencia está más reducido.
- Se reacciona menos a los estímulos, pero todavía es posible despertarse con cierta facilidad.

Fase III. Sueño profundo
- Las funciones corporales se ralentizan, los músculos están totalmente relajados.
- Todas las funciones vegetativas se vuelven muy lentas hasta bajar la presión sanguínea y la temperatura corporal.
- Sólo los sonidos muy fuertes pueden desen­cadenar el despertar. Se está muy ausente.

Fase IV: sueño profundo e inconsciencia total
Durante esta fase:
- La inconsciencia es completa.
- La glándula pituitaria -en la base cerebral- segrega en mayor cantidad la hormona del crecimiento.
- Es muy difícil despertarse, pues es el sueño más profundo.

  • Estadio 2: sueño REM (Rapid Eye Movements) o sueño rápido o agitado.
Su definición proviene del inglés “rapid eye move­ments”, que quiere decir, movimiento rápido de los ojos, porque durante este tipo de sueño los ojos se están moviendo rápidamente a pesar de que la persona está dormida. Supone aproximadamente el 20% del sueño total.
Características:
- El pulso y la respiración suelen ser irregulares, el ritmo cardiaco es acelerado, aparecen movimientos musculares irregulares, que incluyen, los movimientos rápidos de los ojos.
Todo ello es característico del “estado de soñar”, en el que se sueña y se recuerda lo soñado.
- A este tipo de sueño se suele denominar “sueño paradójico”, porque es una paradoja que la persona pueda estar dormida a pesar de la gran actividad del cerebro.
- Es en este periodo en el que ocurre normalmente el despertar de por la mañana.

A lo largo de la noche, se pasa por los 2 estadios (con sus correspondientes fases), sueño lento, sueño rápido, y vuelta a comenzar. El ciclo se repite y produce entre 4 y 5 veces a lo largo de la noche:

ADORMECIMIENTO - Sueño lento- Sueño rápido- Sueño lento- Sueño rápido- DESPERTAR.
(Esquema del sueño)

El cerebro es el que determina, al acabar cada ciclo, si se ha dormido suficientemente o si se necesita un nuevo ciclo de sueño.

A medida que la noche avanza, los periodos REM son cada vez más largos. Durante la primera mitad de la dormida predomina el sueño profundo (sueño lento), y en la segunda mitad, el sueño REM.

C) El despertar, consiste en la recuperación del estado de vigilia y de las constantes que le caracterizan, tras haber dormido las horas suficientes, y se acompaña de un estado de bienestar. Cada persona tiene su forma propia de despertarse: unas lo hacen rápidamente y funcionan plenamente, y otras de forma más lenta necesitando de más tiempo para su funcionamiento óptimo. Este hecho ha de contemplarse en la infancia, permitiendo el despertar espontáneo de los niños y niñas.

2. RITMOS Y NECESIDADES DE SUEÑO

El consumo de energía a través de la actividad, produce sensación de cansancio y de fatiga pro­vocadas por:
  • La saturación de los músculos y centros nerviosos.
  • La falta de nutrientes en sangre.
La alimentación y el descanso (sueño), restablecen la situación y eliminan las sensacio­nes de agotamiento.
En todas las personas, pero en especial en los más pequeños, el esfuerzo de atención consume energía en la medida en que ésta se encuentra disponible. Y sólo estará disponible si existe un adecuado grado de equilibrio entre los tiempos dedicados al descanso y los tiempos dedicados a la actividad... El educador infantil debe, por ello, establecer una sucesión equilibrada de actividades y descansos combinándolos ponderadamente entre sí dentro del horario escolar.

2.1.- RITMO DE SUEÑO EN LOS NIÑOS SEGÚN LA EDAD.

A medida que el niño crece y madura, también evoluciona la razón actividad / descanso. Los períodos de vigilia van siendo más largos y el ritmo nocturno de ocho horas seguidas de sueño se va implantando poco a poco.
En los adultos el ritmo biológico se repite cada 24 horas y regula sus necesidades:marca patrones de sueño-vigilia, los momentos en que se tiene hambre, la secreción de hormonas, la temperatura corporal..
Las diferentes fases del sueño también se distribuyen de diferente manera. Los niños pasan más tiempo sueño REM(50% frente al 20% de los adultos) y los recién nacidos empiezan a dormirse en REM. Estos dos hechos hacen que los niños se despierten con tanta facilidad y más a menudo que un adulto.

Prenatal. A partir de las 12 semanas de gestación ya se han podido distinguir dos formas de sueño, parecidas al sueño lento y al sueño REM. A partir de las 32 semanas ya se distinguen periodos de vigilia.
El recién nacido necesita unas 20 horas de sueño al día, y duerme por sesiones o ciclos de cuatro horas, regulados por los periodos de alimentación e higiene. Así, a lo largo del día realizan muchos ciclos sueño-vigilia, que poco a poco se van reduciendo a medida que el niño crece, aumentando gradualmente los periodos de vigilia. En general:
-A partir de los 4 meses, duerme en dos tandas la noche, hace ua toma a las 2 ó 3 de la madrugada y duerme hasta las 7-8 de la mañana, hecho importante ya que el sueño del niño se va adaptando al del adulto. Y 3 siestas en el día.

- A los 9 meses duerme en tres tandas. Unas 8-10 horas por la noche y dos grandes siestas, una por la mañana y otra por la tarde.

-A partir de los 18 meses el niño duerme en dos periodos, la noche (aprox.12 horas) y una siesta de entre 1 hora y media y dos horas.

- De dos a seis años se amplían aún más los periodos de vigilia; disminuye su necesidad de dormir porque están más interesados en lo que pasa a su alrededor. Incluso gran parte de los niños manifiestan su rechazo a la siesta a partir de los tres años.

- A los 6 años el niño duerme por la noche aproximadamente unas 11 horas, y prácticamente ha abandonado la siesta.

De forma aproximada, la evolución de las horas de sueño a lo largo de la infancia, podría resumirse:


EDAD

HORAS TOTALES AL DIA

Lactantes
20-18
3-6 meses
+/- 18
6-12 meses
+/- 16
1 a 2 años
16-14
2 a 4 años
14-12
4 a 6 años
12-11

3. LA SATISFACCIÓN DE LAS NECESIDADES DE SUEÑO. LA HORA DE DORMIR Y EL DESPERTAR

Descansar y dormir es una necesidad que el niño adquiere de forma natural. Sin embargo, es necesaria la ayuda del adulto como guía para que adquiera el hábito del sueño; es decir, buscar el equilibrio entre los ritmos naturales del niño y los ritmos que la vida le impone. Por ello, hay que tener en cuenta aspectos de aprendizaje, pero también ambientales. Veamos:

AFECTIVIDAD Y SUEÑO
El acto de dormir en la infancia está muy ligado al vínculo afectivo que se establece entre el niño y el adulto, o sea, la relación de apego; los niños, aunque estén muy cansados, para abandonarse al sueño, necesitan la tranquilidad que da el afecto de los adultos de referencia, sabiendo su presencia después de cerrar los ojos, pues ellos lo sienten como una separación; para superarla, se deben realizar rituales que proporcionen una actitud tranquilizadora y previsible a través de actividades placenteras como leer un cuento, cantar una canción, coger el objeto de transición como un peluche, manta, muñeco blandito...

ESTÍMULOS EXTERNOS
Además, para que el ritmo biológico se vaya ajustando al ritmo de las 24 horas, es necesario una serie de estímulos externos:

Luz-oscuridad.
Un poco de luz por el día y predominio de la oscuridad en la noche, ayuda a diferenciar la vigilia del sueño.
Ruido-silencio.
También lo hace la diferencia de ruido entre el día y la noche y entre la mayor y menor actividad.

Horarios de las comidas.
El establecimiento de los horarios de las diferentes comidas a través de las rutinas que se repiten diariamente, ayuda a establecer el ritmo biológico, además del resto de hábitos en general. Dado que el cerebro infantil está preparado para irse a dormir entre las 8 y las 8,30 en invierno y entre las 8,30 y las 9 en verano, es importante establecer unos horarios estrictos para las comidas; el desayuno sobre las 8 de la mañana, la comida sobre las 12, la merienda sobre las 4 de la tarde y la cena sobre las 8.

Hábitos de sueño.
Implica la actitud de la familia que debe transmitir seguridad, tranquilidad, actitud de enseñar procurando las actividades repetitivas y también un conjunto de acciones externas con las que el niño asocie el acto de dormir, tales como la identificación del lugar: el niño ha de dormir en su cuna, cama... y no en el sofá y también sus objetos transicionales: osito, chupete, manta...



3.1. LA HORA DE DORMIR
En los niños pequeños (principalmente de O a 3 años), es fundamental el establecimiento de unos ritmos adecuados de actividad y otros de descanso, teniendo siempre en cuenta las necesidades y demandas de cada niño/a.
Además será necesario planificar los tiempos y las actividades de forma que haya una alternancia entre las situaciones que requieren más movi­miento, mayor exploración, o mayor actividad y aquellas otras que se caracterizan porque conllevan un mayor reposo y tranquilidad.
Se debe iniciar el proceso tratando de respetar los ritmos y ritos indivi­duales, para poco a poco ir estableciendo unos tiempos más o menos comunes que afecten a un grupo determinado.

3.1.1.- Papel del educador y los padres en relación con el hábito del sueño.

El educador ante todo, debe saber interpretar los signos de sueño y cansancio de cada niño/a, para poder actuar en consecuencia en cada caso. Así, a algunos niños que empiezan a manifestar cansancio habrá que poner­les a dormir en ese momento para que después puedan seguir con el período de actividad de forma más tranquila y con mayor sensación de bienestar. Si bien, se irá cambiando poco a poco al ritmo grupal, con el fin de no alterar los horarios y rutinas.
ES FUNDAMENTAL que el educador conozca:
  • los horarios que tiene en casa el niño,
  • los ritos de cada uno (objetos transicionales, dependencia del adulto...)
  • la duración de las dormidas, etc.

En cualquier caso, progresivamente se debe ir consiguiendo la capacidad de cada niño para dormirse sin una dependencia excesiva del adulto, siempre que las condiciones que rodean al niño en ese momento, sean favorables y tranquilizadoras para él.

El objetivo final es conseguir que el niño se acostumbre a dormir solo.
Además, tanto en la escuela como en casa, se debe contemplar:

- Un horario contro­lado y estable, adaptado a las necesidades del niño, para que desarrolle una actitud favorable frente al sueño. En este sentido son muy importantes las rutinas que acompañan al momento (p. ej. Cenar, lavarse las manos y los dientes, contamos el cuento...”y a la cama”) que ante la acción repetitiva, el niño terminará asociando el ese significado con el hecho de irse a la cama.

- Crear un ambiente adecuado, tranquilo y acogedor; es impor­tante que el espacio de sueño sea reconocible por el niño, que el lugar donde duerme esté ordenado, ventilado, con adecuada temperatura y limpio, no tenga objetos que puedan alterar o inquietar al niño y tenga una luz adecuada (diferente en intensidad en la noche y siesta, dejar una luz indirecta encendida si tiene miedo...).

- En la escuela, hasta que conozca bien a todo el personal que pueda estar en su aula, el niño debe tener siempre la misma persona de referencia cuando se duerma y cuando despierte, para que se sienta tranquilo y seguro, de lo contrario, el niño no se sentirá protegido y le costará conciliar el sueño y tendrá peor despertar.

- En el caso de los bebés, es aconsejable situar las cunas lejos de las zonas donde haya actividad.

- No es conveniente realizar actividades demasiado esti­mulantes, momentos antes de ponerles a dormir, sino actividades tranquilas que contribuyan a relajarlo y no a excitarlo.

- Se atenderá la demanda personal de cada niño, pero intentando plantear pautas comunes para todo el grupo.

- Se le debe poner a dormir inmediatamente después de comer, pues en este momento el niño está más relajado por el efecto de la ingestión de la comida.

- Por la noche se le debe poner a dormir inmediatamente después de bañarle y darle la cena.

- Para acostarse es imprescindible descalzarse y aligerarse de ropa, garantizando la libertad de movimientos por lo que el pijama no oprimirá y será de material transpirable. Además, debemos cuidar la ausencia de rugosidades o pliegues que puedan molestar.

- El momento de dormir es también un momento de comunicación especial con cada niño. Es importante pues, las palabras afectuosas, caricias, una canción, un cuento... Esto contribuye a que el niño vivencie el sueño como algo placentero.

3.1.2- Actitud del educador y de los padres ante las dificultades.

Es habitual que aparezcan dificultades a la hora de dormir en los pequeños, pues al final, es algo que debe ir aprendiendo. Ante estas situaciones, es primordial la paciencia y serenidad. No se debe plantear la hora de dormir como una batalla o un conflicto de voluntades entre el adulto y el niño, sino como una situación placentera. Es importante mantener unos estrechos lazos afectivos para que se sienta seguro y tranquilo y no utilizar el hecho de irse a la cama como un castigo.

En la escuela, es conveniente dejar para el final a aquellos niños que más tardan en dormirse, de esta forma el educador les puede dedicar más tiempo.

Es conveniente intentar que el niño vaya aceptando el lugar destinado para dormir. Por lo tanto, no es aconsejable sacarle de la cuna o de la colchoneta e incluso de la habi­tación o pasearle por otras habitaciones y/o de unas manos a otras, pues esto sólo contribuirá a que el niño cada vez se descentre más y no podamos resolver el conflicto. Ante todo, el niño debe sentirse acompañado en esa transición.
Normalmente, los rit­mos biológicos y familiares se adaptan a los marcados por la escuela, siempre que exista una colaboración entre los padres y los educadores, para actuar coordinadamente bajo los mismos criterios.

3.2. EL DESPERTAR

El recién nacido se despierta cuando se siente mojado o cuando tiene hambre. Hay tantos modos de despertar como niños; lentos, rápidos, alegres, llorones, etc. El adulto juega un papel importante en el despertar del niño y en las asociaciones que éste pueda establecer con ese momento. Por ello, hay que procurar que el despertar también sea placentero, por lo que hay que permitirles que despierten espontáneamente, por sí mismos, pues hacerlo bruscamente les incomoda y dificulta el proceso.
La actitud del educador es también muy importante en el momento de despertarse. Puede ir modificando las condiciones exteriores: aumentar gradualmente la intensidad de la luz, hablar suavemente al niño, hacerle alguna caricia, y subir poco a poco el nivel de ruido. Debe de favorecer gradualmente la incorporación del niño a la actividad y cada uno a su propio ritmo.

4. ALTERACIONES RELACIONADAS CON EL SUEÑO.

Se producen cuando al niño le cuesta conciliar el sueño, o se despierta después de haberse dormido y le dificulta conciliar de nuevo el sueño. Son más propensos:
  • Los niños con alteraciones de tipo emocional,
  • Los niños muy activos o los muy interesados por cualquier cosa y que siempre están excitados.
Además, hay situaciones que facilitan estas alteraciones y que se deben a:
  • dentición,
  • emociones intensas e hiperestimulación.
  • hambre,
  • pañal sucio, exceso o falta de cansancio...
  • ir a dormir sin hacer una transición suave desde la actividad al descanso.
  • inhibición emotiva de los padres (abandono afectivo, malos tratos, etc.).

4.1.- DISOMNIAS.

Son trastornos de la cantidad, calidad y horario del sueño. Las más características son:

El Insomnio.

Se trata de las dificultades para conciliar el sueño, la tendencia a desvelarse varias veces durante la noche..., en definitiva, la incapacidad para obtener suficiente sueño en can­tidad o calidad. Si bien, no implica una falta de sueño, cuando éste es compensado cuando se duerme en otro momento del día.

Según el Dr. Estivill, la sufren un 35% de niños y niñas inferior a los 6 años, y se relaciona con tres tipos de desencadenantes:
  • PERTURBACIONES ORGÁNICAS: esto es, por afecciones agudas o crónicas, dificultades como no poder respirar por obstrucción nasal, etc.
  • DIFICULTADES EN LA ADQUISICIÓN DEL HÁBITO DE DORMIR. Es la causa del 98% de los casos de insomnio infantil. Suelen estar relacionados con las condiciones de alimentación (errores dietéticos, irregularidad en los horarios de las comidas...) y con las situaciones de cambios constantes (cambios frecuentes de personas que atienden al niño, de ambiente, separaciones...).
  • SIGNO DE UN CONFLICTO EMOCIONAL; puede ser debido a la personalidad del niño/bebé (dificultad para tolerar la frustración...). Además, el encuentro padres-hij@ tras el nacimiento requiere de un ajuste emocional por ambas partes; puede así darse el caso de que por ejemplo la madre no pueda hacer el papel de protección de forma adecuada y el bebé no se sienta suficientemente protegido. También influye indudablemente el abandono afectivo, etc.
Narcolepsia.
Es un trastorno neurológico crónico causado por la incapacidad cerebral de regular normalmente los ciclos de sueño y despertar.
Se caracteriza por unos ataques de sueño inesperados que el niño no puede controlar, ya que puede quedarse dormido ante cualquier situación, y en cualquier sitio, de forma brusca, por lo que son incapacitantes.
Además de la somnolencia diurna aparecen otros tres síntomas:
  • Cataplejía o pérdida súbita del tono muscular voluntario.
  • Alucinaciones vividas durante el inicio del sueño o al despertar.
  • Parálisis total al inicio o final del sueño.
En contra de lo que se pudiera pensar, las personas con este trastorno no pasa más horas durmiendo que aquella con ciclos de sueño normales.
Sus causas no están claras aunque parece ser que tienen un componente genético.
En USA la sufren una de cada 2000 personas, y en cambio en Japón tiene menos incidencia. En España la sufren unas 30.000 personas en total (adultos y niños).
No hay tratamientos curativos por el momento, pero sí los hay paliativos con fármacos estimulantes que intentar mantener despierta a la persona, aunque suelen ser adictivos.

4.2.- PARASOMNIAS
Son fenómenos anómalos que se producen al principio, durante o en el umbral del sueño y el despertar que interfieren en él y que lo pueden interrumpir o no, pero que en la mayoría de los casos, no son nocivos para los niños. La edad de mayor incidencia es entre los 3 y los 6 años. Destacan:

El sonambulismo 
Se trata de conductas complejas en las que el niño se levanta de la cama, enciende la luz, camina con los ojos abiertos y realiza una acción no ajustada a la realidad (por ejemplo, ir a la cocina y hacer pipí en el cubo de la basura; después volver a la habitación y tras apagar la luz, se acuesta y sigue durmiendo como si nada hubiera pasado).

Se produce en las fases 3 y 4 del sueño lento, por lo que el sujeto está profundamente dormido. Mientras se desplaza, la mirada es fija, si habla, lo hace de forma ilógica y la motricidad es débil. Si el niño despertase, se encontraría totalmente desorientado, si no despierta no recuerda nada al día siguiente.

Se desconocen las causas, aunque es más frecuente en familias con antecedentes. Puede aparecer por cansancio físico, medicación o estrés. Es más frecuente que aparezca sobre los 5 años, tendiendo a desaparecer con la adolescencia.
A pesar de ser una alteración benigna, el sujeto puede tener accidentes, por lo que hay que tomar precauciones (ejemplo: puede confundir la ventana con la puerta e intentar salir por ella...). Afecta a un 25% de niños.

La intervención de los adultos consistirá en intentar reconducir al niño a la cama hablándole despacio y con mensajes sencillos, evitando despertarle para que no se sienta desorientado ( y le desconcertaría no entender nada de lo que está pasando).

Las pesadillas.
 Son despertares frecuentes en los que los niños tienen un recuerdo muy detallado del sueño porque ha sido vivido con mucho realismo, y del que suelen despertar con mucho miedo, ansiosos y chillando. En estos casos, hay que tranquilizarles recordándoles que están en su habitación, que papá y mamá están cerca, etc.
Están más relacionadas con el cansancio mental y con la ansiedad. Son muy frecuentes.

Se producen durante el sueño REM, siendo más frecuentes hacia el final de la noche. Al despertar, el niño está orientado aunque con miedo, y puede explicar detalladamente el contenido del sueño. Puede tener dificultades para dormirse de nuevo, por lo que hay que tranquilizarlo. Afecta a un 50% de niños y se da entre los 18-24 meses y los 8-12 años.

Los terrores nocturnos. 
Se caracterizan por episodios repetidos de despertar brusco acompañados de grito de pánico o lloro angustioso. El niño se incorpora súbitamente en la cama con una expresión de pánico y signos de intensa ansiedad, pupilas dilatadas, sudoración, taquicardias... El niño no responde a los intentos tranquilizadores de los padres, no los reconoce y es incapaz de contactar con la realidad. A diferencia de las pesadillas, no se suele recordar nada pues el niño está profundamente dormido (se da en las fases 3 y 4 de sueño lento), sí se pueden evocar imágenes fragmentadas, pero no una secuencia entera de la historia.

Los antecedentes familiares es un factor que predispone, junto a las preocupaciones y ciertos fármacos como los antidepresivos. Suelen aparecer entre los 3 y los 12 años, desapareciendo con la adolescencia. Con una incidencia de un 10%.
La intervención adulta se limita a tranquilizar al niño y evitar que se caiga, esperando que pase el episodio, hasta que vuelva a conciliar el sueño si es que ha llegado a despertarse.
Cuando el niño es consciente de que tiene el problema, suele tener reticencias a dormir fuera de casa (granjas-escuela...) por lo que es conveniente avisarlo con antelación para trabajarlo con él y en cualquier caso para estar sobre aviso.
Somniloquia. 
Consiste en hablar, gritar, reír o llorar en sueños, en cualquier fase. Suelen ser palabras sueltas o pequeñas expresiones, frases cortas, más o menos ininteligibles, que no responden a ninguna conversación, y que no se recuerda a la mañana siguiente. Es inofensiva y suele estar relacionada con el estrés. Cuando es muy intensa, puede despertar al niño, pero debe ser capaz de conciliar el sueño él solo. Se da en un 21%.
No requiere tratamiento salvo en casos muy frecuentes que hiciera despertar al niño o a su familia, en cuyo caso puede utilizarse un dispositivo electrónico que emite un molesto sonido cuando el niño comienza a hablar, pero no es habitual su uso.
Jactatio capitis. 
Es un hábito motor que consiste en mover rítmicamente la cabeza sobre la almohada, o balancear todo el cuerpo al intentar conciliar el sueño. Puede acompañarse de sonidos guturales y no es una alteración en sí misma cuando se produce entre los 6 meses y los 2-4 años, pues se considera una manera reconfortante de ir a dormir. Dejan de ser normales a partir de los 4 años, produciéndose normalmente por:
  • carencia afectiva o deprivación materna.
  • Dificultades en la adquisición del hábito de dormir: dormir en la cama de los padres, no querer irse a dormir, miedo a la oscuridad, necesidad de presencia permanente de un adulto...
La cusa es desconocida. Hay discrepancias en cuanto a su origen: para unos es una conducta ritual de adormecimiento, para otros, una conducta aprendida que reproduce los movimientos que los padre realizan al acunar al niño, otros lo atribuyen a un retraso madurativo del SNC. En cualquier caso, es conveniente colocar protecciones en la cama para evitar golpes y contusiones. En casos severos, se podría medicar con antidepresivos y benzodiazepinas. No es relevante con un 3% de incidencia.

Bruxismo 
Consiste en el acto de apretar y rechinar los dientes como consecuencia de una acumulación de tensión en la zona de las mandíbulas, produciendo un sonido muy característico. Se produce comúnmente por estrés (descargándolo durante el sueño, aunque también se puede producir esa descarga en otras situaciones de relax o descanso) o ansiedad. Se da con más frecuencia en niños muy pequeños, disminuyendo su incidencia a medida que aumenta la edad, aunque hay adultos que lo padecen.

Puede ser perjudicial para la salud dental del menor. Si se da con frecuencia, el odontólogo puede adaptar una prótesis dentaria para dormir. Tiende a desaparecer con los años.
Apnea
Es una afección caracterizada por episodios de suspensión de la respiración durante el sueño, que afecta en torno a un 5% de niñas y niños.
Consiste en que se deja de respirar durante 10-30 segundos mientras se duerme. Estas interrupciones cortas en la respiración, que pueden ocurrir hasta 400 veces cada noche, hacen despertar al niño durante el sueño profundo, lo que implica que no está descansando lo suficiente, y por ende, dificulta su rendimiento durante el día.
La enuresis
que como sabemos es un trastorno de la higiene, también es una alteración del sueño, porque interfiere en él, pues normalmente el niño se despierta por la incomodidad de sentirse mojado, y se agrava aún más, si este hecho se produce más de una vez a lo largo de la noche. En cuanto a la encopresis, también puede ser una alteración del sueño si produce el despertar del niño.
Síndrome de muerte súbita del lactante.
Cabe mencionar este grave problema en este apartado, ya que ocurre durante el periodo de sueño. Es un problema grave y no resuelto aún, pues a pesar de los recientes avances, dista mucho de estar aclarado en cuanto a sus causas concretas.

Se trata de un proceso de causa multifactorial, definido como muerte repentina o súbita del niño/a menor de un año de naturaleza no explicada o sin causa aparente.
En su investigación se incluye:
  • Autopsia.
  • Examen meticuloso del escenario del fallecimiento.
  • Revisión de historia clínica.

5. ADQUISICIÓN DE HÁBITOS RELACIONADOS CON EL DESCANSO Y EL SUEÑO.


El descanso es una necesidad para la salud y bienestar del niño que supone dos acciones básicas: dormir y despertar. Dormir implica el aprendizaje de actividades para relajarse, tranquilizarse y estar solo, sin la presencia del adulto, y requiere de mucha paciencia para que el niño no se angustie.
5.1.- Aspectos previos a tener en cuenta.
  • Enseñar al niño a comprender la necesidad del descanso para que manifiesten y acepten esa necesidad.
  • Ayudar al niño a relajarse en un ambiente tranquilo que propicie el sueño como una habitación ordenada, cantar una canción, contar un cuento...
  • Si tuviera miedo, dejar encendida una luz indirecta y tenue. No meter miedo al niño con la existencia de lugares y personajes siniestros (el lobo, el tío del saco, el cuarto de los ratones...)
  • Ayudarle a vencer el miedo a la oscuridad.
  • El niño no debe tener la sensación de que la cama es un lugar de castigo, sino el sitio adecuado para dormir y descansar después de las actividades realizadas durante el día.
  • Mantener un horario regular y adaptado a las necesidades particulares del niño.
  • Al despertar, se le debe ayudar a situarse en la realidad y a recuperar el dominio sobre sí mismo y sobre su propia actividad.
  • Acompañándoles en su dormir y despertar contribuye a hacerles sentir seguros y protegidos.
5.2.- ADQUISICIÓN DEL HÁBITO DE DORMIR.
CAPACIDADES
    • HASTA LOS 3 MESES
    • Intervención mínima
    • Se duerme y despierta de manera natural
    • A PARTIR DE 3 MESES
    • Empieza la intervención
    • De manera sistemática
    • A PARTIR DE 6-7 MESES
    • Hábito conseguido”
    • El niño debe ser capaz de...
      • Dormir solo, con naturalidad
      • Con la luz apagada
  • OBJETIVOS
    • EN TORNO A LOS 6-7 MESES
      • Dormir solo en su habitación
      • Dormir en su cuna
      • Dormir sin luz
      • Acostarse con alegria, sin llorar
      • Conciliar el sueño por sí mismo
      • Dormir de un tirón 11-12 horas, noche
Además...
- La siesta entre merienda y cena desaparece

  • De 1 a 3 años. (etapa crucial por ser en la que se instalan muchos de los malos hábitos)
Durante los primeros meses, el niño no necesita ayuda para dormir, a no ser que esté enfermo. Desde los 6 meses, debe dormir en su propia habitación solo. Nunca debe hacerlo con los padres.
El chupete le tranquiliza para dormir, pero se le debe quitar gradualmente antes de los 2-3 años para que no afecte al desarrollo del paladar y la dentición.
Debemos enseñarles a buscar los símbolos que le ayudan a conciliar el sueño, como es su juguete de apego (osito...) que le proporciona seguridad y relax. También le ayuda a relajarse una canción o cuento.
Asimismo, debemos trabajar en este tramo de edad aspectos tan importantes como despedirse y saludar al acostarse y levantarse, que sea capaz de dormirse solo y que se despierte sin llorar.
  • De 3 a 6 años.
Ya en estas edades debe participar en la organización del espacio para ir a dormir: poner o quitar la colchoneta, arreglar la cama... así como dejar recogidos la ropa y utensilios de descanso, y arreglarse solo después del mismo.
Debe ir dejando de hacer la siesta poco a poco, aunque cada niño tiene su ritmo, y permitir pues, el descanso y el despertar espontáneo de los otros.
Tiene que empezar a controlar estrategias para ir a dormir abandonando una actividad aunque sea muy interesante y ha de saber preparase poco a poco para ir a dormir: desnudarse, preparar la cama...
A esta edad, ya puede dormir fuera de casa, pero con gente de mucha confianza y conociendo bien el lugar, que le resulte familiar.
ESPACIOS
    • Espacios de referencia, adquisición de hábitos
    • Identificación, asociación
    • Dos contextos:
      • Ámbito familiar: padres
      • Ámbito escolar: educadores
    • AMBITO FAMILIAR:
      • Habitación cómoda, segura, higiene...
      • Necesidades del niño, no gustos de los padres
      • Hora de dormir: tranquila, oscura...
    • AMBITO ESCOLAR:
      • Saludable, adaptable, seguro...
      • Diferencias entre:
      • AULAS DE 0-1 AÑO
      • AULAS DE 1-2 AÑOS
      • AULAS DE 2-3 AÑOS

RUTINAS PARA ACOSTAR AL NIÑ@
Si el niño es pequeño, se le toma en brazos para meterlo en la cuna o en la cama. Se coloca una barandilla de protección para evitar que se caiga. Si el niño es más mayor, y puede subir solo a la cama se le dejará que lo haga.
Es conveniente quitar de la habitación aquellas cosas que le puedan distraer a la hora de dormirse.
El niño disfruta con el ritual que precede al momento de acostarse, pero no hay que permitir que este tiempo sea ilimitado. Podemos establecer, por ejemplo, las siguientes pautas:
Ir al baño.
Lavarse los dientes.
Beber un poco de agua.
Meterse en la cama con un juguete.
Dar las buenas noches, que pueden acompañarse de la lectura de un cuento, canto de una canción, etc... y a dormir!

LA SIESTA EN CASA

Debe iniciarse inmediatamente después de la comida, sin que medie ninguna actividad que pueda llevar a interrumpirla. La comida debe ser pues una actividad tranquila, como preludio de la siesta.
En caso de que no concilie el sueño:
- Procurar que el niño se quede tranquilo y no se ponga a jugar.
- Sacar de la habitación todo aquello que pueda distraerle.
- No dormirlo en brazos, o con movimientos, no pasearle por otras estancias de la casa o cole...
- Dejarlo solo en la habitación, aunque no duerma y sepamos que está jugando hasta un poco antes de levantarlo.
- Cuando no haga la siesta, se le acostará antes por la noche, recor­dándole cuáles son los motivos por los que tiene que irse más pronto a la cama.
- Dar por terminada la siesta cuando consideramos que va a interferir con el sueño nocturno. En estos casos, levantar al niño haciendo que entre luz en la habitación o recordando algo que tiene que hacer.
RUTINA: DORMIR EN EL COLE
    • Recoger el aula
    • Colchonetas
    • Quitarse zapatos
    • Aflojar ropa
      • Dormir a gusto
      • Arrugas, pliegues...
    • Desear un buen descanso de manera individual

RELACIÓN AFECTIVA, COMUNICACIÓN: ACTITUD DEL EDUCADOR
    • Actitud serena, tranquila
    • Dificultad añadida: varios niños
      • Aprovechar: imitación y motivación
    • Respetar los ritmos individuales pero adaptación al grupo
    • Siesta del niño, no “siesta del educador”
      • Atento a posibles problemas, dificultades
      • Detección de situaciones anómalas
      • Satisfacción de necesidades que surjan
    • Respetar rituales individuales
    • Recursos:
      • Técnicas de relación: acompasar la respiración
      • Nanas y cuentos tranquilos
      • Control de estímulos externos
      • Luz, ruido...
    • Rutinas

5.3.- ADQUISICIÓN DEL HÁBITO DE DESPERTAR.


Hay que hacer comprender al niño que igual que hay una hora adecuada y conveniente para irse a dormir, también hay una hora adecua­da para levantarse. Además, debemos acostumbrarle a no necesitar la presencia constante e inmediata de los adultos.

  • De 1 a 3 años
En los primeros meses de vida el niño suele despertarse intranquilo, por que lo hace bajo alguna necesidad fisiológica y le cuesta estar solo cuando se despierta.
Cuando camina suele ir a buscar compañía y le cuesta volver a dormirse
Hacía los 3 años puede estar despierto y buscar formas de entretenerse sin molestar al adulto, en esta fase es sensible a la falta de sueño y se mostrará malhumorado y lento para reaccionar si se le despierta.
  • De 3 a 6 años.
Ha de ser capaz de despertarse y organizar pequeñas actividades solo, reclamando la ayuda del adulto para algo concreto.

Pobre no es el hombre cuyos sueños no se han realizado, sino aquel que no sueña” Marie Von Ebner

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